Cultura

Una novela sobre un tema que muchos prefieren callar

Un comentario sobre el libro "Cita en Lasal del Varador", de Eduardo Balestena, que relata los crímenes realizados por la CNU.

Por Jorge Dietsch

 

“Animales de carne y hueso, con un poco de luz irremediable en los ojos,

a veces nos creíamos criaturas heroicas

y corríamos a las plazas. Escuchábamos

bellísimas palabras, las voces se otorgaban idéntico calor

y sentíamos el placer de la acción.

Pero luego, entre ruinas, comiendo el pan del sobreviviente,

comprendíamos. Y al salir el sol,

mientras los escarabajos emergían de las piedras,

avivábamos el fuego para ahuyentar la peste

y llorábamos por la siguiente generación.”

Este poema se llama “Generación” y es de Horacio Castillo, poeta platense, nacido en la ciudad de Ensenada. Tiene otro poema que quisiera que lean y dice:

“Hemos sido mucho tiempo prisioneros de los conceptos.

Demasiados han muerto por una palabra,

o menos, por su sombra,

para seguir haciéndolo.

Seamos más honestos: luchamos, sí,

pero apenas por un poco más de luz,

la dignidad de haberlo intentado.”

No sé con qué sentido los habrá escrito el poeta, pero en el que yo le encuentro, me parece que resumen muy bien las ilusiones y esperanzas de gran parte de una generación, la mía o la nuestra, una generación que sufrió persecución y muerte, que vio de cerca el miedo y el horror, y que es muy difícil de explicar a las nuevas generaciones, a las de nuestros hijos o de nuestros nietos. Queríamos, creo, un poco más de justicia, un poco más de luz, que esa luz fuera para todos, o al menos, “la dignidad de haberlo intentado”.

Tal vez eso fuera lo que algunos no comprendieron, o que sí comprendieron, y muy bien, y por eso el horror y el poco aprecio por la vida, sobre todo de los otros.

El trabajo que Eduardo Balestena ha realizado con “Cita en Lasal del Varador” impresiona un poco por la capacidad para penetrar en forma novelada en un tema del que muchos prefieren callar. Porque la CNU (Concentración Nacional Universitaria) actuó durante la dictadura cívico militar, pero había comenzado a actuar antes del golpe del 24 de marzo de 1976, durante un gobierno democrático en una época no fácil de comprender. Y es doloroso también porque muchos de los nombres que aparecen en el libro, son conocidos o los hemos conocido personalmente, incluso como compañeros de colegio.

Tenía en mi biblioteca un libro que Eduardo menciona muchas veces, el libro de Daniel Cecchini y de Alberto Elizalde Leal sobre “La CNU, El Terrorismo de Estado antes del golpe”, que investiga sobre los hechos en la ciudad de La Plata (La Plata y Mar del Plata fueron los dos lugares donde esa agrupación desarrolló sus acciones).

Intenté leerlo, ya lo había intentado antes, y no pude, salvo algunos fragmentos. No obstante, el libro de Balestena, no sólo lo leí, sino que lo leí apasionadamente en poco tiempo. Y sé por qué fue así. Lo leí con pasión porque, a diferencia de un libro de investigación periodística como el de Cecchini y Leal, que relata y documenta los hechos, “Cita…” tiene otra cosa.

He leído muchas veces la introducción que hace José Saramago a su “El Evangelio según Jesucristo”, describiendo el grabado de Durero “La Crucifixión”. Y al principio me preguntaba cómo Saramago, siendo un ferviente ateo, como portugués tenía una profunda formación religiosa –su libro, a mi entender, trata con gran respeto la vida de Cristo —en esa descripción utiliza algunos rasgos de humor.

La primera vez que lo leí, lo sentí como una falta de respeto. Luego comprendí: para enfrentarnos con la visión de la mayor representación simbólica, en nuestra cultura, del dolor y del padecimiento humanos, como es la crucifixión de Cristo, del mismo modo que cuando enfrentamos cualquier experiencia dolorosa, Saramago nos ha enseñado que se necesita del humor, en la descripción que él hace en su prólogo, y de la belleza, en el grabado de Durero. El humor, el buen humor, y la belleza son los que nos ayudan a soportar, a poder mirar el dolor a los ojos.

Y ese es el elemento que agrega Eduardo a las terribles acciones de esa agrupación de fanáticos y asesinos, amparados por algunos ideólogos que cubrían sus crímenes. La belleza que aporta un escritor que, escriba lo que escriba, sólo puede hacerlo bien.

Y al hablar de belleza, hablo de literatura. Es decir, de la palabra. Que la palabra empleada, de alguna manera, embellezca el mundo. No que cambie el relato, sino que lo haga con el talento y la maestría que Balestena lo hace.

En el libro hay también una historia personal que ayuda a revelar algún funcionamiento de quienes imparten justicia. Esa historia, que si bien es personal, impregna todo el relato y ayuda a aclarar cómo funcionó la justicia, o mejor las personas que la ejercen.

Los funcionarios, la protección desde el Estado, los judiciales que encubrieron los crímenes, o que archivaban las denuncias o los hábeas corpus; y están allí algunos nombres, algunos que resonarán en nuestra memoria, como sus caras de cuando eran niños y que conocimos en el colegio o en el barrio, o que están presentes y en funciones, sin haberlos alcanzado aún la verdadera justicia.

Hay en el libro una referencia a André Gide: “… No estoy seguro de que una sociedad pueda pasar sin tribunales y sin jueces; pero… pude experimentar con profunda angustia hasta qué punto la justicia humana es dudosa y precaria”.

Y una confesión personal del narrador: “Yo estoy desde que se inauguró el fuero en Mar del Plata, ellos vinieron con el menemismo. Yo rendí examen de ingreso, hice los años de la escuela de capacitación, fui practicante ad honorem, estuve en los turnos, llevé las causas con preso, hice sentencias; ellos cayeron de un avión en paracaídas y me tratan mal. Pese a criticar a los jueces garantistas de tribunal, los tratan bien a ellos y a mí como a un preso más”.

Tal vez no lo haya percibido Eduardo, pero en su mismo texto está la explicación del maltrato. El desprecio de los mediocres, una manera de exorcizar la culpa, de castigar con el maltrato a quien tiene la razón y la verdad.

“La corporación se alimenta del sufrimiento y por eso lo produce”, dice Balestena. Parece suficiente explicación. No obstante, más adelante agrega: “El sistema penal no es racional ni está construido para descubrir la verdad. Sólo le interesa construir a un culpable simbólico. Logra hacer creer que esa operación es la verdad. Lo hizo con las brujas y los estigmas médicos. Para alimentarlo no se necesita haber hecho algo sino sólo ser vulnerable”.

Ha puesto allí, un poema de Hermann Hesse: “Crujido de una rama quebrada”

“Rama en astillas quebrada,

colgando año tras año, seca cruje su canción al

viento, sin corteza,

raída, amarillenta, para una larga vida,

para una larga muerte fatigada.

Duro suena y tenaz su canto,

suena obstinado, suena secretamente amedrentado

todavía un verano, todavía un invierno más”.

Como una guía a lo largo del libro, coloca justos epígrafes extraídos del libro de Howard Fast, “Espartaco”. Uno de ellos dice:

“-¿Por qué le gustan tanto a usted las grandes y pequeñas mentiras de la historia? (Es Graco quien le hace la pregunta a Cicerón).

-¿Es que son todas mentiras? (Responde Cicerón)

-La mayoría –dijo Graco con un rugido—. La historia es una explicación de engaño y ansiedad. Más nunca es una experiencia honesta…”

Confieso que “Cita…” me obligó a releer “Espartaco”, del que poco recordaba. Es un gran libro, digno de ser releído, y del que Eduardo Balestena selecciona fragmentos admirables y sumamente apropiados.

Y algo sobre el título de la obra que en un principio me resultaba intrigante.

Lasal del Varador: (Dice el oráculo Google) “Chiringuito vanguardista de arquitectura bioclimática y surtido de energías renovables con carta ecológica”, en Mataró, a 30 km al norte de Barcelona.

Y “Cita….” es una cita, un encuentro, de amor, o no. Y la “Cita” con quien podía explicar algo de ese pasado, se dio en ese lugar, como para marcar los tiempos, los distintos tiempos en la vida de las personas, los tiempos distintos en la vida del mundo, que se cubren de otra cosa, de energías renovables y de ecología, pero que en el fondo son los mismos, las mismas desigualdades, las mismas injusticias, la misma repetida historia.

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